viernes, 25 de junio de 2010

Cuesta de Miranda ~


Salimos de la capital riojana con dirección sur a través de la ruta 38 hasta la localidad de Patquía. Allí doblamos hacia el oeste con dirección a Chilecito. La mañana despejada, pero con aire fresco, nos auguró que sería una jornada ideal para visitar la famosa Cuesta de Miranda, un lugar que prometía mostrarnos grandes barrancos de caprichosas formas y un intenso color rojo. A medida que nos acercábamos a la precordillera, comenzábamos a divisar al cordón montañoso de Los Colorados.

Al llegar a Chilecito, la inmensidad del cerro Famatina nos robó la atención. Con sus nieves eternas en la cima, se erguía como testigo silencioso de nuestro paso por el lugar. El contraste del blanco de sus cumbres nevadas con el azul del firmamento y el verde de las otras montañas forma una postal perfecta para guardar en la retina

Dejamos Chilecito y tomamos la mítica ruta 40. Por la ventanilla de la camioneta fuimos dejando atrás las poblaciones de Nonogasta (“pueblo de los pechos”) y Sañogasta (“pueblo de la arcilla” en idioma cacano). Nos enteramos de que en Nonogasta nació el notable jurista Joaquín V. González. Al costado de la ruta encontramos jarillas, retamas, chañares y algarrobos que se diseminan por los campos circundantes. Más adelante comenzaron a aparecer los primeros cardones que se erguían hacia el cielo como dedos acusadores, mientras que el río Miranda nos indicaba el recorrido. Allí se encuentra un sitio histórico conocido como “La Pelea”, donde el coronel Felipe Varela venció en combate a José Linares en una de las trifulcas entre unitarios y federales.

Continuamos avanzando. Observamos los cerros que nos circundaban y la imaginación propia nos permitió ver a la India Dormida sobre una de las montañas que se presentó a nuestro paso.

Tras unas cuantas curvas, la ruta se transformó en ripio y comenzamos a transitar sobre la cuesta propiamente dicha, llamada así por el adelantado español don Juan de Miranda, quien fue el antiguo dueño de estas tierras. Es una formación geológica diferente, perteneciente al carbonífero-pérmico, donde predomina el óxido de hierro; de ahí proviene su color rojo carmesí.

El agua de las recientes lluvias acentuaba el color de la arcilla, que los rayos del mediodía hacía brillar como el fuego. El trasnfer se detuvo para que pudiéramos tomar fotografías. Observamos cómo los cactus ya formaban una multitud que parecía bajar del cerro en procesión. Las escarpadas barrancas fueron un gran espectáculo en sí mismas. El camino subió y bajó alternadamente. Los precipicios para este entonces superaban los trescientos metros.

Finalmente, llegamos al punto más alto de nuestra travesía. Frenamos en el mirador conocido como Bordo Atravesado, ubicado a los 2.020 m.s.n.m. A lo lejos alcanzamos a ver los grandes paredones del parque nacional Talampaya. La vista panorámica se hizo infinita hacia los cuatro puntos cardinales. El viento, amigo invisible en estas latitudes, acarició suavemente nuestra frente mientras observábamos los cientos de formas que poseían las bardas rojizas de la Cuesta de Miranda.

Tras aquel espectáculo, comenzamos a desandar nuestra huella. La excursión tomó otro tinte con el cambio de perspectiva. Casi sin darnos cuenta, llegamos al pavimento y luego otra vez a la civilización. Atrás dejamos la Cuesta de Miranda, que espera ansiosa el paso tranquilo de otros turistas que llegarán a ella para conocerla.

sábado, 19 de junio de 2010

Quebrada del Condor ~



El reino de las alturas

Al sur de la provincia, en la reserva natural Quebrada de los Cóndores el puesto rural Santa Cruz de la Sierra ofrece alojamiento y cabalgata a una espectacular saliente montañosa próxima a la morada de un centenar de cóndores que planean a metros del visitante. Si estadía es de dos o tres días, el avistaje se puede combinar con paseos por circuitos alternativos como el de “Las Pinturas Rupestres” y con la pesca de truchas en unos piletones naturales de agua cristalina.

El viaje a Quebrada de los Cóndores se realiza en vehículo doble tracción y parte desde Tama, un pueblito ubicado al sur del la provincia –a 180 kilómetros de la ciudad de La Rioja– hasta la Sierra de Los Quinteros. Gracias a su remota geografía, estas extrañas y sorprendentes serranías de rocas de granito,- cubiertas de pastizales, pequeñas quebradas y cactus en flor- protegen al 80% de esta comunidad de cóndores andinos, formada por 150 ejemplares. Una especie que en todo el continente está al borde de la extinción.

La posta. El camino que dura aproximadamente tres horas, asciende con suavidad por algunas cornisas de la quebrada hasta llegar a los altos de una meseta. Allí está el puesto rural de Santa Cruz de la Sierra, el punto base para alcanzar la Quebrada de los Cóndores. Se trata en realidad de la casa centenaria donde vivieron los tatarabuelos, los bisabuelos, los abuelos y los padres de José de la Vega. La cordialidad y la hospitalidad de José, quien no nos recibe con silencioso entusiasmo, es una de las más gratas impresiones que recibe el visitante.

La posada está preparada para brindar alojamiento para diez personas en habitaciones dobles provistas de baño privado y un comedor rustico donde la comida es en sí misma un verdadero motivo que justifica el viaje. Entre las delicias de la cocina riojana se sirven cazuela de gallina, cabrito la horno de barro, locro, empanadas, puchero de cabra y frutas silvestres cosechadas “in situ” por el mismo visitante. También suelen realizarse fogones criollos y entretenimientos campestres, donde los baqueanos narran con mucha calma, la rutina de la vida en este lugar.

Hacia la Quebrada. Antes de partir, un sol radiante augura que la excursión que comienza con una caminata hasta el lugar donde nos esperan los caballos, superará las expectativas más ambiciosas. La cabalgata que se avecina dura un poco más de hora y media, el tiempo necesario para atravesar los 4 kilómetros hasta el mirador natural de la quebrada de los cóndores.

El ascenso es lento y hay que hacerlo con mucha precaución, dada la dificultad del terreno. El recorrido sortea pequeños arroyos y nacimientos de vertientes que brotan entre las inmensas rocas de granito, hasta llegar al desfiladero que conduce al “Mirador de los Cóndores”, un gigantesco peñasco que sobresale del acantilado unos 3 ó 4 metros, a más de 1800 msnm.

Después de transitar una angosta huella serpenteando la montaña, acercarse a la cima de esta saliente que domina el paisaje, es el gran secreto. Desde ahí se divisan hileras de montañas cubiertas de verde, varios riachuelos que marcan un trazo profundo entre las quebradas y el camino hasta la posta.

La abrumadora presencia del acantilado, escogido por estos reyes del aire para establecer su morada, causa un poco de impresión. Tal vez por ello, desarrollaron la capacidad de vivir en estos inmensas y recónditas montañas cuyos recovecos y pequeños relieves sirven para constituir y proteger sus nidos.

La escena es tan espectacular que mientras disfrutamos del paisaje con embeleso, en un primer momento no percibimos que más de cuarenta cóndores planean sigilosos a pocos metros sobre nuestras cabezas. El encuentro es hipnótico y emocionante. Pareciera que los cóndores están tan asombrados por nuestra presencia como nosotros por la de ellos. Así, como en un ritual silencioso, permanecemos sentados en la cima de la montaña más de dos horas, viendo como las aves pasan una y otra vez , en círculos y en línea recta hasta esconderse en sus nidos entre las fisuras de las rocas.

Al emprender el regreso, es cuando uno se da cuenta del efímero pero mágico momento que termina al atardecer. Por el oeste el sol se esconde entre una cortina de nubes, y el descenso es una tarea más sencilla, mientras el aire puro y la brisa silban suavemente como en señal de despedida.

domingo, 13 de junio de 2010

Bodegas en La Rioja ~


La excelencia de los vinos riojanos encuentra explicación en su origen caracterizado por la combinación de bondades climáticas, suelo y relieve. Pero además de las particularidades naturales y los factores geográficos, el éxito viñero conlleva también una acertada mutación genética, lo que en conjunto ha dado lugar a variedades de uvas merecedoras de reconocimiento internacional destacándose el Torrontés Riojano, su inconfundible tonalidad blanca dorada y su intenso aroma frutal.

El Departamento Chilecito cuenta en su territorio con la mayor superficie de viñedos de la provincia, representando el 78,37% de ésta, seguido por Coronel Felipe Varela, Famatina, Castro Barros, Arauco, General Sarmiento y San Blas de los Sauces. Así, son los Valles de Famatina en general los que resguardan entre el Macizo de Velazco y el Nevado de Famatina a la zona vitivinícola más importante de La Rioja.

Ubicación a más de 1.100 mts. sobre el nivel del mar; suelos aluvionales raramente salitrosos con textura franca a franca-arenosa, baja humedad ambiente, alta luminosidad y una amplitud térmica estival promedio oscilante entre los 35° C durante el día y los 17° C por las noches, los Valles de Famatina ostentan condiciones óptimas para el cultivo de la vid, más aún considerando la orientación sur-norte de los cordones montañosos, lo que evita que los primeros y los últimos rayos solares incidan directamente sobre las vides, haciendo de la región un paraíso vitivinícola.

El encepado está constituido principalmente por variedades blancas, entre ellas el Torrontés, cepaje característico de la región. Mientras que las variedades tintas se orientan hacia el Cabernet Sauvignon y el Bonarda. Dadas las particularidades del clima y las variedades cultivadas, se producen vinos regionales predominantemente blancos. Para consumo en fresco, las variedades más reconocidas son: Red Globe, Cardinal y Emperador; y para pasas, Sultanina Blanca y Arizul

Bodegas de la Costa Riojana

- Bodega de la Fuente – Pinchas – Costa Riojana.- Viñas de la Costa – Coop. Cerro Velazco – Aminga- Vinos San Huberto – Aminga- El Velazco, San Huberto, "Menem" – Anillaco

Bodegas de Chilecito

-Cooperativa Vitivinifrutícola “La Riojana” – Chilecito


Bodegas del Valle de Famatina

- Bodega Elías (ex-Motegay) – Malligasta- Bodega La Rioja – Sociedad Nacari Coop. – Nonogasta - Bodega y Viñedos El Águila SRL – Nonogasta - Bodega y Viñedos Anguinan S.A – Anguinan

domingo, 6 de junio de 2010

Chilecito - La Rioja


Custodiado por el reconocido Valle de Famatina, Chilecito se alza como uno de los principales centros poblacionales de la provincia de La Rioja. Turístico, productivo y magníficamente bello, combina en su territorio alternativas para todos los gustos valiéndose de la geografía y la cultura que encierran sus límites territoriales.

Es a través de la mítica Ruta 40 que puede accederse a este escenario de espectaculares colores donde la naturaleza se disfruta en todo su esplendor, y donde múltiples circuitos invitan a conocer detalle por detalle la ciudad: recorridos por valles y montañas; itinerarios geológicos-mineros; y rutas en las que aventuradas actividades colman de adrenalina a quien se lanza por ellas; incorporan vivencias inolvidables a los ya perfectos paisajes riojanos.

Así como aventurero, Chilecito también es rico en patrimonio cultural, lo que puede descubrirse en museos, antiguas iglesias y sitios arqueológicos, al igual que en la tradición y estilo de vida que demuestran paso a paso los lugareños.

Otra interesante opción la constituye el turismo rural que permite a los visitantes conectarse tanto con la naturaleza como con la idiosincrasia local. Visitas a bodegas, viñedos, agro industrias; observación de cultivos y ganados; y participación en distintas actividades junto a los campesinos; dan al visitante la oportunidad única de experimentar la vida chileciteña.

Atractivos próximos a Chilecito

Mina La Mexicana, un espacio propicio para la práctica de disciplinas de riesgo que seduce desde la profundidad de la montaña; Tamberías del Inca, antiguo asentamiento de la avanzada civilización que marcó la región con su historia; el Cablecarril, imponente obra que sorteaba valles y abismos a la búsqueda de oro y plata; son sólo algunos de los parajes de inclusión obligatoria al visitar Chilecito. Una ciudad que por su clima seco y templado, su escasez de lluvias, sus inviernos tibios y frescas noches veraniegas, es apta para vacacionar durante todo el año sin restricciones de actividades ni molestias climáticas.Sólo le bastará poner un pie en la ciudad para convencerse de las bondades riojanas porque, como aseguran desde su interior, Chilecito es un lugar para volver.